Galería Norte Verde

Bronces y jades: materia y ritual en el primer arte chino

Entre los primeros materiales que en el arte antiguo chino trascendieron lo cotidiano para hacerse parte de ritos y símbolos encontramos bronces y jades: las primeras evidencias de su uso datan del V milenio a.C. (en el caso del jade) y del siglo XVIII a.C. (en el del bronce) y siguieron formando parte de la evolución de las formas artísticas hasta el fin de la China dinástica, mantenido parcialmente su simbología original, asociada a la transmisión del poder.

La aparición de objetos en ambas materias sugiere un cambio cualitativo en las primitivas sociedades de la zona, donde el ritual adquiere gran relevancia como ejemplo de una forma de fe ligada a las fuerzas sobrenaturales y también a una rígida estratificación social. La cerámica, único material preexistente, quedó relegada a sus usos diarios, pero sus formas originarían las primeras piezas en bronce y su materia, el barro, permitió el desarrollo de una técnica basada al principio en los moldes utilizados con este.

Por otro lado, tanto el bronce como el jade aportaban cualidades intrínsecas como materiales: ganaban en prestancia, brillo y textura al barro cocido y pintado. El jade empezó a emplearse en el Neolítico para realizar versiones de instrumentos en piedra, como hachas o puntas de flecha, en las que se valoraba más la estética que la utilidad. Y el bronce, hacia 1.650 a.C., sustituyó a los recipientes cerámicos utilizados para cocer alimentos y bebidas en rituales.

Gu, dinastía Shang, siglos XIV-XI, a.C. Musée Guimet

Se emprendió así una sustitución de materiales que transformó su consideración social y estética, al diferenciar su función social y su uso. Así, su propiedad y manipulación quedaron reservados a los chamanes y los primeros gobernantes, siendo símbolo de su posición en la comunidad. En adelante, los motivos decorativos, el tamaño y calidad de los objetos reforzaron su carácter distintivo, como han probado los hallazgos arqueológicos.

En todas las lenguas occidentales, también en español, se llama jade a dos tipos de piedra de distinto origen pero apariencia similar: la jadeíta y la nefrita. Esta última es un silicato de calcio y magnesio de composición fibrosa y con una dureza de 6,5 en la escala de Mohs, mientras la jadeíta es un silicato de aluminio y sodio, de estructura cristalina y con una dureza de 7. El verdadero jade, no obstante, es la nefrita, cuyo origen se halla en China y América; los españoles y portugueses la llamaron en el siglo XV piedra de los riñones o piedra do ijada, por sus supuestas propiedades sanadoras.

Al final del Neolítico y en la Edad del Bronce, el jade se encontraba en la franja norte de China, como demuestran las piezas pertenecientes a las culturas de Dawenkou, Hongshan y Liangzhu, quedando después limitado a la provincia actual de Xingjiang. La jadeíta, de color verde espinaca, se introdujo ya en el siglo XVII, procedente de Birmania. Los primeros restos materiales se remontan al 4.000 a.C. y su aparición señala el tránsito de la Edad de Piedra a la del Bronce, periodo a veces llamado Edad del Jade. Fue entonces cuando comenzó una lenta transformación de las sociedades primitivas, en las que chamanes y gobernantes formaban una clase social diferenciada que sustentaba el monopolio del ritual.

El origen mineral del jade, su dureza, la dificultad de su manipulación, sus vetas y su tacto agradable tras ser pulimentado motivaron que se asociase esta piedra a las fuerzas de la naturaleza; el jade sería yang (frente al yin) en su vertiente creadora y, en el primer diccionario de la lengua china, se define como la piedra más fina, a la que se asocian cinco virtudes: la caridad por su lustre, que brilla pero no deslumbra; la rectitud por su transparencia, la sabiduría por su pureza y la calidad penetrante de su sonido, el valor porque se rompe pero no se pliega y la justicia porque sus bordes, afilados, sin embargo no hieren.

En lo técnico, ofrece grandes dificultades para ser tallado: solo es posible mediante abrasión. La lentitud de ese proceso es paradójica dado el gran número de piezas talladas encontradas en túmulos funerarios, lo que indica la existencia de talleres dedicados en exclusiva al trabajo con el jade.

Cong, cultura Liangzhu, 3200-2000 a.C. Musée Guimet

Los objetos de jade se destinaron tanto a fines rituales y religiosos (cuchillos, hachas ceremoniales) como ornamentales (brazaletes, anillos, colgantes…), destacando por su singularidad formal y simbólica el bi y el cong, de uso solo ritual y que a veces se usaban juntos. Los definimos. El bi es un disco o anillo oracular con un diámetro entre 10 y 20 centímetros (en un principio no se decoraba su superficie, después aparecieron en ella motivos animales o superficies granuladas) y se asociaba al cielo, empleándose como vehículo comunicativo en las plegarias. Además de su uso ritual, acompañaba a los difuntos asociado al cong. Este último es un objeto tubular de sección cuadrada y con una cavidad circular en su interior; sus bordes exteriores presentan normalmente incisiones, agrupadas como en el hexágono kun del I Jing, cuyo significado es tierra. Ya desde el Neolítico presentaba, a diferencia del bi, representacionales animales o rasgos humanos.

Ambas piezas se utilizaron en el Neolítico y la Edad del Bronce, perdiendo su uso y sentido ritual en torno al siglo VI a.C. Se han hallado piezas más tardías, de la dinastía Han, pero descontextualizadas y usadas solo como símbolo de poder.

Entre los objetos ornamentales realizados en jade destacan representaciones animales, siempre de pequeño tamaño y tratamiento realista y tridimensional. Podemos reconocer animales mitológicos (dragones), domésticos (cerdos) y otros propios de las zonas meridionales de China, como búfalos o elefantes. Sus imágenes, también presentes en los bronces, indican un comercio y un conocimiento de otras culturas desde fines del Neolítico.

Si hablamos de bronce, se trata como sabemos de una aleación de cobre y estaño conocida en China desde, aproximadamente, el 1600 a.C. En el país asiático a esa aleación se le añadía plomo, seguramente para lograr una mayor ductibilidad del metal y una tonalidad grisácea característica. Su fabricación se realizaba mediante fundición, primero a través de moldes de cerámica para conseguir las formas, y luego por el método de la cera perdida.

Los objetos cerámicos fueron, como decíamos, modelos y moldes de los bronces, lo que implica una estrecha colaboración entre alfareros y broncistas y el inicio de una división del trabajo entre quienes manejaban la cerámica como fin en sí mismo (en objetos cotidianos) y quienes la empleaban en la creación de objetos rituales.

Los primeros objetos en bronce realizados en la dinastía Shang fueron distintos tipos de armas, mientras los objetos rituales en ese material comenzaron a realizarse en la provincia de Henan. La clasificación de sus formas como hoy la conocemos data de la dinastía Song (siglo XI); es muy extensa y carece de vocabulario paralelo en Occidente. Se han encontrado en numerosos yacimientos arqueológicos chinos y confirman la importancia de esos objetos rituales en el funcionamiento de las sociedades de la Edad del Bronce: su presencia en las tumbas les concede una valoración más allá del ritual y de la jerarquía de sus propietarios nos habla el tamaño de las piezas, la calidad de la fabricación y, más adelante, la presencia de caracteres escritos sobre sus lados interiores y exteriores.

El significado de la decoración de estos bronces se enmarca en la realización de estos ritos funerarios. Simbólicos o realistas, sus motivos decorativos ocupan toda la superficie de las piezas, acoplándose a su espacio y grecas y espirales enmarcan los motivos principales, en los que los colmillos del jaguar o las facciones humanas se entremezclan generando seres irreconocibles, pero de gran fuerza expresiva. Estos motivos no son raros en otros materiales, como el mismo jade, el hueso o la piedra.

Los bronces fueron también el soporte elegido para el desarrollo de la escritura; si los primeros caracteres aparecieron en huesos de animales y caparazones de tortugas, su evolución se produjo en los bronces rituales. A ese tipo de escritura se la conoce como jinwen o escritura sobre metal, iniciándose en la dinastía Shang y perfeccionándose en la dinastía Zhou. Sus caracteres son perfectamente reconocibles y muchos se mantienen, con algún cambio, en la actualidad.

Lámpara, dinasta Han. Museo Provincial de Hebei

The post Bronces y jades: materia y ritual en el primer arte chino appeared first on masdearte. Información de exposiciones, museos y artistas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *