Galería Norte Verde

El pingón

Corfú, Grecia, noviembre de 2021

  
Querido Cañer, hermana:

Recibo tus propuestas de portada con la misma zorrería y la misma lascivia de quien acecha la entrepierna de un negro paseando por el Malecón de La Habana. Tu lucidez y tu sensibilidad me desarman. Alcanzas a leerme con una agudeza que supera el provincianismo mediocre del resto. El descaro de tacharme el rostro y de dejar esa letra I diferente y erecta, es de una insolencia bendita y lujuriosa.

Las dos variantes me han gustado mucho; tanto o más que ese gladiador de ébano cuyo pingón es una suerte de trofeo. Siempre he creído que frente a un pingón no existe ni teología, ni literatura, ni filosofía, ni semiótica; sino, y únicamente, perturbación. La perturbación y el desconcierto han sido siempre las razones del genio. La otra parte del mundo vive en ese plano derivado de los lugares comunes en los que se exige siempre una explicación para todo, una estúpida razón para cada cosa. El genio no atiende a razones, sino a impulsos. De ahí que tu obra me resulte genial. A ratos, la falta de argumentos, termina por ser una virtud. Lo genuino y lo visceral no tienen valor en el mercado de los necios. Ellos creen saberlo todo, pero no saben nada.

Tu desparpajo y tu ironía me fascinan. Creo, sin temor a equivocarme, que constituyen una reacción afectiva y una lógica consecuencia de ese mundo personal que bien gestionas. El conjunto de la obra prefigura un espacio de plenitud y de desorden en el que la lujuria y el atractivo pop rebosan de agilidad y de atrevimiento. Nunca antes la pluma fue tan oportuna. Nunca antes un gesto fue tan controvertidamente camp. El aura travesti de tus imágenes me desordena. En ellas, o a través de ellas, se puede ser diva y perra, especialmente perra.

El juego retórico y de pulsión casi sexual entre imagen y texto, y el doble sentido que resulta de ello, devienen en un recurso sustancial de la propuesta y de su establecimiento en escena. Tus imágenes lubrican un espacio cuir, un sitio para el discurrir no binario, un lugar para la diversidad pop y énfasis de la pose camp. Tanto es así que la jerga popular, los signos de la calle, el erotismo urbano, el flirteo en el arbitraje lúcido de imágenes y situaciones cotidianas, la lengua de trapo, el chucho, el zorreo, el gesto disidente, el melodrama queen, el bolero, el reguetón y el perreo, aderezan tu narrativa visual orquestando un escenario de obviedades y de irreverencias. Hay momentos, incluso, en los que pierdo mi aburrida perspectiva de crítico para dejarme “penetrar” por el placer que tus imágenes provocan. Hermana mía, con estos años y estas primeras canas, hoy me resulta más gratificante el placer que la absurda consagración añorada por muchos.

La historia nos dará una gran patada en el culo a todos. Esa extraña idolatría hacia el futuro y a todo lo que de incierto hay en él, me ha parecido siempre de una gravedad patológica demencial y exultante. Cuando la vida te pone pruebas, duras pruebas a superar, asumes que lo que realmente importa no es la plusvalía fetichista de un futuro imposible de discernir, sino la urgencia del paradigma del ahora: vivo luego existo. Cada vez más me aseguro la suerte de escribir y de decir lo que me da la gana frente al disfraz tranquilizador y la cordialidad que atraviesa todo tipo de contrato social.

Me encanta el sentido carnavalesco y la densidad cromática, la impostación y la afectación que advierto en cada una de tus imágenes. Sobrevive en ellas una especie de rabia tonificante y de erotismo soberano. Nada parece estar en el lugar que debería y sin embargo todo funciona mejor que en ninguna otra parte. Es como si el (des)orden se hiciera, paradójicamente, más visible y algunas verdades afloran en la espesura de tu cifrado visual.

Cuba se despierta todos los días en compañía de la injusticia y del miedo. La sordera y el adormecimiento son aún más fuertes que las emancipaciones y los asaltos. Las verdades de las que se hacen apóstoles los valientes no parecen importar al mundo. Quizás por ello advierto tan oportuno tu relato. No todo lo político tiene que tener el mismo signo ni seguir las mismas gramáticas de expresión. Tu imaginario soporta la desobediencia y la deformación apasionada frente a los ejércitos de parametrados y los acólitos de la heteronormatividad. Esas infracciones pop tuyas saben a insubordinación política y a negación del canon. Las sandeces del totalitarismo y de la dictadura quedan expuestas en tus imágenes. En ellas se acusan la maldición de la UMAP, los horrores de la rectificación y la barbarie de un “hombre nuevo” que depuso el arcoíris sexual en beneficio de la higiene social. La esterilidad y la estupidez del sistema quedan radiografiados en el epicentro de tu libre descaro.

Me despido de ti, desde esta húmeda montaña en medio del archipiélago jónico, observando la portada y pensando en ese negro que no me podré comer por ahora.

Tu amigo y hermana,

Andrés Isaac

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