A finales de 2020, Soledad Sevilla donó al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo cerca de sesenta de sus obras: se trataba de pinturas, instalaciones, dibujos y maquetas, realizados entre los setenta y 2013, que parcialmente pudieron verse meses después en el C3A cordobés. Aquella donación ponía de relieve la estrecha relación de la artista valenciana con Andalucía: ha sido profesora, muchos años, en la Facultad de Bellas Artes de Granada, ciudad donde ahora estrena estudio; ha mantenido hondo contacto con autores andaluces, como la recientemente fallecida Carmen Laffón y se ha dejado inspirar, a menudo, por enclaves de esa región, como La Alhambra o El Rompido, protagonistas de algunas de sus series más difundidas.
Al Real Jardín Botánico de Madrid, y bajo el comisariado de Juan Antonio Álvarez Reyes, director del CAAC, han llegado algunas de esas piezas, quizá las más relacionadas con el entorno vegetal en que se presentan; todas ellas de carácter pictórico, de gran formato y datadas entre los ochenta y los noventa pero claramente vinculadas con la producción actual de Sevilla, quien entiende que trabaja sumida en campos creativos extensos que acaban dando lugar a frutos muy diversos.
Soledad Sevilla. Te llamaré hoja, 2005
Forman parte de esta exhibición, abierta hasta mayo en el Pabellón Villanueva, dos conjuntos: uno inspirado en mujeres vegetales (del que forman parte Apalea y Te llamaré hoja) y otro que tuvo como base los secadores de tabaco de la vega granadina (Canción triste I y II y la que podemos entender como su derivación, Apóstoles blancos). A esas piezas se suma Insomnio, que forma parte de una serie extensa que esta artista, que lo padece, ha dedicado a ese espacio mental nocturno que se genera cuando no podemos dormir; esta obra es la única en la muestra que no forma parte de los fondos del centro andaluz, dado que su misma autora lo adquirió en subasta al tratarse de uno de sus trabajos preferidos.
La muestra se titula Te llamaré hoja, en referencia a esa obra y a un texto del poeta de la Generación Beat Gary Snyder, y viene a subrayar la relevancia de la constancia y la repetición en los procesos de trabajo de la valenciana; también de su habilísimo tránsito entre el espacio y el plano y de su manejo meticuloso de los materiales (la aparente madera de sus Apóstoles no es tal, sino óleo, y sus tonalidades, que dialogan entre sí, adquieren el rol de los apóstoles en sí, relacionándose con los ropajes de los de Rubens. No nos encontramos, por tanto, ante una admonición cromática, sino ante un acercamiento del color inflamado del maestro a su propia querencia por lo natural). Las pinceladas meticulosas generan redes y también atmósferas a partir de sus gradaciones de luz, planteadas con esa sutilidad virtuosa que es uno de los sellos de Sevilla: a partir de ella transmite ligereza o pesantez, deja entrever el lienzo o casi lo niega.
Soledad Sevilla. Apóstoles blancos, 2007
Desde sus inicios hace cuatro décadas, ha cultivado una abstracción geométrica que después derivaría hacia caminos líricos y que es fruto de un trabajo de investigación constante, porque si algo caracteriza su carrera es su voluntad de no estancarse, de encontrar vías alternativas de desarrollo y cambio para sus tramas.
Así, si en sus inicios se convirtió en pionera de la abstracción computación mediante, en los ochenta centró su trabajo en las interacciones entre colores y espacios y en los noventa y en la primera mitad de la pasada década nos presentó paisajes desvaídos en los que la luz modelaba vegetaciones de aire poéticos, como las que aquí vemos, y también se adentró en el campo de la instalación; las suyas son, a menudo, efímeras.
Desde hace aproximadamente una década, ha trabajado inspirándose en las mallas de plástico que cubren esos secaderos de tabaco en Granada y que transforman, en sus obras, paisajes difíciles de otear, y también ha desarrollado esculturas de pared. En cualquier caso, tanto en su producción pasada como en la actual encontramos una preocupación constante: la atención a la luz como elemento plástico y espiritual, y a la fluidez de las atmósferas, la circulación del aire, entre las tramas poderosas de esas mallas recurrentes que sugiere a través de múltiples y ligeras pinceladas. Sus huecos son, y no queda duda en este proyecto del Botánico y La Fábrica, un tratado de ligereza; refugios de aire.
Soledad Sevilla. 20 años más tarde, 1999-2000
Soledad Sevilla. “Te llamaré hoja”
REAL JARDÍN BOTÁNICO DE MADRID
Pabellón Villanueva
Plaza de Murillo, 2
Madrid
Del 29 de marzo al 22 de mayo de 2022
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