Galería Norte Verde

Betsabeé Romero: «Una frontera es como una cicatriz que no se cierra”

“Cuando el tiempo se rompió” de la artista Betsabeé Romero, se despliega en los salones del Museo de la Ciudad de México desde el 12 de mayo, con una gran muestra que acerca 10 años de diversidad creativa de la artista en un continuo capaz de cruzar dolorosas fronteras.

Las fronteras peligrosas como el borde de un cuchillo, las huellas elevándose como un espiral de ADN, la herencia soleada de los penachos, las hormas de zapato que registran el paso de los convoys migrantes, la mira que se ponen en el pecho los que se involucran con el tráfico de personas; son algunos de los motivos que Romero trabaja a través de diversos dispositivos para reflexionar sobre crisis como la pandemia y las oleadas migratoria. En entrevista con Arte Al Límite la artista mexicana profundiza en las creaciones de un periodo que “rompió el tiempo” y aún “no ha terminado”.

“Las fronteras duelen mucho”, escribes. ¿Qué cierra el dolor de una frontera? ¿O es la frontera una cicatriz en la tierra?

Una frontera es como una cicatriz que no se cierra, en mi experiencia el fenómeno indica que el ser humano no está a la altura del fenómeno de la migración y, en vez de enfrentarlo y tratar de resolverlo humanamente, ha intensificado su sistema de divisiones políticas, que tiene como marcas fundamentales a las fronteras, que son un sistema de divisiones cada vez más rígido y agresivo en su modo de operar. Las fronteras son líneas impuestas por intereses políticos y económicos que se contraponen a las necesidades de movilidad y sobrevivencia de las personas.

Son cicatrices abiertas, porque su intención no es cerrarse sino abrirse más, dividir, separar, clasificar y muchas veces se erigen a partir del desprecio hacia ajenos o extraños.

Son líneas que se cruzan legal y pacíficamente por algunos, pero ilegal y peligrosamente por muchos otros. Para los migrantes que se ven forzados a huir de su país, para buscar una vida mejor, la frontera es el gran obstáculo, el muro real y simbólico que hay que atravesar a cualquier precio, una línea que los persigue más allá de donde se encuentren. Lo ilegal genera delincuencia, la fomenta y acentúa la fragilidad del otro.

“Los muros no paran la cultura, la cultura va más allá, es mucho más que una línea en la tierra”

La frontera siempre es permeable, pero en medio de mucho dolor y desventaja de quienes se ven forzados a dejar sus lugares de origen. La cicatriz que no se cierra no es geográfica, queda grabada en los pies y en todo el cuerpo de quienes la han querido atravesar o lo han logrado. Queda en la historia personal y familiar de quienes han tenido que volver o no llegaron, de aquellos que piensan en los que se han ido, de los que quedaron ahí sin llegar.

¿Qué cosas cortan el “flujo de neón” y el “flujo de cultura”?

El neón es artificial, intenso, rojo, sanguíneo, policíaco, está ahí para acentuar el corte, la división, la separación. El neón es una línea dura, es un borde, no es algo que permita el flujo, su luz atraviesa en medio pero no permite el flujo transversal de los que cruzan. Sólo los rompe, los corta.

Sin embargo, el flujo de la cultura es como la pieza en la que las hormas salen y entran de un lado al otro. Los muros no paran la cultura, la cultura va más allá, es mucho más que una línea en la tierra, más que un neón encendido, la cultura no para de cruzar, se escucha, se lee, se pinta, se siente de ambos lados.

¿A qué atribuye la presencia del sol en los penachos y otras piezas en exhibición?

En los penachos los colores hacen un amanecer que relaciono con la sabiduría de las culturas indígenas a través de un penacho múltiple, colectivo, circular, horizontal , donde todos pueden entrar con los pies en la tierra en oposición a la idea de poder occidental e individualista que tanto mal nos ha hecho.

Las culturas indígenas de América son el tema de la última sala de la exposición en donde me interesaba hablar de sus valores y cosmogonía, ya que en el mundo significan solo el 5% de la población pero son quienes han protegido el 80% de la biósfera, creo que en un momento de emergencia ecológica es importante retomar sus valores y por eso quise exponer parte del trabajo que hice con un grupo de indígenas mississaugas y la Universidad de York en Toronto en 2018.

En la obra, ¿quién lleva las armas a la fiesta que se decora como galería de tiro?

No hay ninguna fiesta. Los papeles picados se usan también para conmemorar duelos en el Día de muertos.

En este caso me interesa lo frágil del papel, el hecho de hacer surgir el color desde las sombras, lo efímero de algo que sólo pende de hilitos en el espacio.

Los tiros se usan para entrenar con armas de fuego, recuerdan su letalidad y su tráfico, que está también relacionado con los demás rubros de la delincuencia organizada, dentro de la que está el tráfico de personas.

Del otro lado de los tiros solo está la muerte, como se ve en las sombras coloridas de cada una de las siluetas de tiro. La muerte que es la sombra y la huella en una sala donde hay varios rieles, donde corren simultáneamente mujeres y niños migrantes no solo de Ucrania, sino de México y Venezuela y otros países de Centroamérica.

Todas las migraciones están sucediendo antes, durante y después de las noticias, son un continuo donde hay muchas pérdidas que no podemos dejar de visibilizar.

¿Cómo llegas a desarrollar la idea de las hormas? ¿Qué dice la ausencia del resto del maniquí sobre la presencia de las hormas?

Las hormas se recuperaron de una vieja fábrica de tenis que se fue a la quiebra cuando entraron las marcas americanas a México, tenían más de 50 años en una bodega y me buscaron para ver si me interesaba usarlas como soporte para mi obra de migración.

Yo empecé a grabarles los dedos, las uñas y la línea de la frontera como si fuera una cicatriz. Lo hacía sin saber bien hasta donde llegaría la serie o las instalaciones que haría con ellas. Al poco tiempo me invitó la Unesco a participar con una instalación sobre Migración en un congreso internacional del tema en Ciudad Juárez, ahí las expuse por primera vez y con ellas y banderas blancas, crucé la frontera de Ciudad Juárez al Paso, levantando las huellas del piso a la altura de la mirada para dignificar la memoria y la presencia de las mismas en ese tramo de la historia y de ambos países.

Después fui invitada por la Universidad de Texas a realizar un proyecto para el Rubin Center, con los alumnos de la Escuela de Arte, en relación al mismo tema y con el mismo soporte, así que desarrollé también una serie de instalaciones con las hormas para ser expuestas al interior de espacios de exposición paralelamente al trabajo en espacio público en las fronteras, que continué en Tijuana-San Diego y en Colombia-Venezuela.

 

Los círculos virales son un gran patrón expresado en círculos aislados. ¿El confinamiento de la pandemia conectó o dividió a los creadores?

Yo creo durante el confinamiento hubo quienes quisimos conectarnos y cuestionar la comunicación del arte con diferentes públicos. Se dieron experiencias increíbles sobre todo con la música, con la poesía, con la danza, yo traté de repensar el lugar y la vocación de las artes plásticas desde otros paradigmas que nos ayudaran a replantear nuestro lugar como creadores durante el naufragio y después del mismo, si logramos seguir a flote.

Creo que ese momento no ha terminado y de eso hablan los círculos y óvalos que estuve pintando en la pandemia. Todos ellos han sido parte de publicaciones interdisciplinarias en línea, de libros, y también se hizo un concurso digital en el que ponía a disposición los dibujos en línea de varias pinturas, para que el público los coloreara y terminara a su gusto. Posteriormente solicité que me los reenviaran y así seleccioné algunos para que formen parte de un libro que se está imprimiendo.

Si sonaran las flautas de pájaros que presentas en tu exposición, ¿sobre qué sería su canción?

Las flautas cantan color y luz. Son flautas que se pintan de tonos diferentes según el calor de cada persona que se acerca.

Estos instrumentos de viento tienen sensores para captar la calidez de cada persona que les aporta uno o varios tono. Son flautas que reciben el impacto y la intensidad del público para responder con colores y luz.

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