Galería Norte Verde

Banksy / Un artista inconveniente

Al saber que Banksy expondría en Chile, mi primera reacción fue comprar los tickets, pero como en redes sociales circulaban tantas opiniones divergentes, mi interés se fue morigerando. Sin embargo, al traspasar ese espacio laberíntico montado en el GAM, todo cambió, y el espóiler quedó en el olvido, tras confirmar que uno de los principales mecanismos con que el cerebro se defiende es la negación, y esta no fue la excepción.  Al  recorrer The Art of Banksy Without Limits, pude constatar como la desidia se manifiesta en el hecho de negar que muchos reverencian sistemas donde se rinde culto a la exclusión y la segregación, o como dijo Zygmunt Bauman- “Para ser exactos, no hay ningún departamento reservado para humanos residuales”. Seres que no calzan con el estándar y que subsisten jibarizados bajo las reglas del Estado.

Lover Rat, 2004

Partiendo de ese supuesto, puedo concluir que Banksy rebasa esa inconsciente negación con un proceso de resemantización en el cual desempodera a los arquetipos, como sucede en English Maid o Sweep it Under Carpet (2006), donde aparece una sirvienta barriendo bajo las calles, representando la negación del gobierno británico para abordar los problemas sociales, o incluso cuando enfrenta a la posición más alta del poder en Monkey Queen (2003), en la que superpone la imagen de la Reina Isabel II, con la de  un chimpancé, para decirnos que su país, al igual que muchos, está gobernado por simios. Cosa no muy distinta a la expresada en Devolved Parliament (2009), una pintura de 2,5 x 4,2 mts. en la que reemplaza a los miembros del parlamento británico por 150 chimpancés que debaten en la Cámara de los Comunes. Ácido emplazamiento, que de por sí le sirve de base para incluso cruzar las barreras de la política internacional con Pillow Fight (2017), donde vemos a un policía fronterizo israelí y a un policía palestino en una guerra de almohadas en una de las habitaciones del “Walled Off Hotel”, un hotel boutique que exhibe una muestra permanente de Banksy en Belén, que da al muro que separa Israel. Un manifiesto sarcasmo que se empalma con Anti-Immigration Bird (2014) y ese grupo de cuatro palomas levantando pancartas con la leyenda – “Regresa a África, Los inmigrantes no son bienvenidos, No se acerquen a nuestras lombrices”. Tres inquisidores textos en contra de la inmigración, simbolizada en una inocente golondrina.

Napalm, 2004

En contraposición está Napalm (2004), obra basada en la emblemática fotografía en la que aparece Kim Phuc, la niña que huía desnuda y quemada durante la guerra de Vietnam (captada por Huynh Cong Ut, premio Pulitzer 1973), pero esta vez llevada de la mano por dos festivos personajes – Mickey Mouse y Ronald McDonald, íconos que este artista global escoge para mordazmente entrelazar los horrores de la guerra y la sociedad de consumo.

Un denominador común que igual podemos apreciar en símbolos de apariencia inofensiva, como el mismísimo Disneyland, transformado por Banksy en Dismaland (2015 Weston-super-mare, en el oeste de Inglaterra, cerca de Bristol) en un perturbador parque de atracciones que encarna el totalitarismo económico y todos los vicios de la sociedad contemporánea. Muchos de los cuales están ironizados en estas 160 obras que componen The Art of Banksy Without Limits, que reúne originales certificados, grabados, esculturas, fotografías, litografías, murales e instalaciones de video, en los que transcribe con total desparpajo su crítica a un sistema oficial que atomiza y degrada, y del cual Banksy se suma a esa incontrarrestable secularización, al develar un secreto a voces, profanando e interviniendo el espacio público e incluso haciendo guiños a referentes del arte universal, donde cohabita en un precario comodato, junto a Andy Warhol con Soup Can (2005), Kate Moss (Golden and apricot – 2006), Blek le Rat, con Get Out While You Can (2003), Lover Rat (2004), Roller Rat o Umbrella Rat, (2006), dos artistas indiscutidos con los que comparte una cierta resonancia determinada por la insumisión e intensificada de manera exponencial al cuestionar temáticas referidas a las mayúsculas dominancias e inmanencias del poder, representadas en una frase del propio Banksy – “Los mayores crímenes del mundo no los comete la gente que rompe las reglas, sino la gente que sigue las reglas. Es la gente que sigue las órdenes la que lanza bombas y masacra pueblos”.

Anti-Inmigration Bird, 2014

Y como dijo el poeta Omar López, en su libro Tierra de nadie – “La pistola sigue ahí, y una bala dormida despertará en cualquier momento”. De manera que, descontando la intertextualidad visual The Art of Banksy Without Limits, debe entenderse como una renovada declaración de principios que reconoce a este artista, no sólo por su particular unicidad, sino porque es todo un hito, partiendo por el fenómeno mediático instalado desde su propia invisibilidad, tal como lo remarca su curador Guillermo Quintana– “No necesitas conocerlo, el diálogo está implícito en la obra. Eso es lo maravilloso de Banksy”.

Todo lo demás resulta secundario, ya que pese a su gran éxito, su trabajo sigue conservando un carácter emancipador tan potente que, al oponerse a los modelos económicos, políticos y culturales, nos pone en alerta, instándonos a no cejar frente a la corrupción, el armamentismo e incluso a ese extractivismo desmedido que transforma todo en bienes de consumo, creando una sociedad deshumanizada, que avanza a tientas hacia la incertidumbre, y a una despersonalización enfocada en torno al beneficio de unos pocos. Por eso, para algunos, Banksy sigue siendo un artista inconveniente.

 

 

 

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