Galería Norte Verde

¿Qué hacer o quehacer?

Calle de La Boca de Víctor Cúnsolo (Italia, Vittoria, 1898 – Argentina, Lanús, 1937), expone un fragmento del barrio homónimo: un paisaje desolado, apenas transitado por unos pocos vecinos, el tren y más allá un carro tirado por animales que atraviesa la calle bajo un cielo gris plomizo. También conocida como Calle Magallanes–así figuró en la muestra del Ateneo Popular de La Boca de 1937– esta pieza revela su anclaje en la geografía precisa de uno de los márgenes de la ciudad de Buenos Aires. Al mismo tiempo, su lenguaje plástico y la recreación de cierto clima metafísico manifiestan la apropiación y resignificación de elementos extraídos del repertorio artístico europeo.
“Un mundo en un barrio”, así fue observado más de una vez el escenario que sirvió de plataforma al colectivo de artistas encabezado por Cúnsolo, Quinquela Martín y Lacámera, quienes cimentaron la notoriedad del barrio junto con Victorica, Daneri, Diomede y Tiglio, entre otros. Desde fines de los años 20, la crítica contemporánea identificó a este grupo como “los pintores de La Boca” y supo ver en ellos una de las vertientes de la renovación que por entonces atravesaba la plástica local.
La forma de abordar el paisaje urbano planteaba una de las posibilidades de reelaboración a la que eran sometidos esos referentes. Se trataba de un territorio conocido y transitado que, sin embargo, aparecía atravesado por un proceso de distanciamiento respecto de la cotidianidad. El resultado devolvía una imagen inquietante, provista de una atmósfera irreal, acentuada por la tensión entre la presencia y la ausencia de la figura humana. Un escenario despojado, unos pocos sujetos cuyos rostros no podemos ver; puertas y ventanas cegadas que anulan la posibilidad de penetrar y conocer el interior de esas casas; el fragor vital del barrio se ha reducido al mínimo, el tiempo parece haberse detenido. Sin embargo, la locomotora humeante y los transeúntes anónimos brindan los indicios de cierta actividad que podría ser la del comienzo del día. En todo caso, la percepción del espacio urbano aparece transida por el contraste entre lo visible y lo que nos ha sido vedado, entre la realidad cotidiana y los silencios, contrastes que pueden ser leídos en el contexto de las tensiones sociales y políticas que marcaron el período de entreguerras.

por Talía Bermejo

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