Galería Norte Verde

¿Qué hacer o quehacer?

Donación Torcuato Di Tella (Fundación e Instituto), 1971

Oleo sobre tela 201 x 214cm, 1963

Obra Maestra. Inventario #7849. Obra Exhibida. Sala 36

Comentario sobre Introducción a la esperanza

Para varios historiadores y teóricos del arte, hacia mediados del siglo XX ciertos síntomas del medio artístico internacional señalaron el agotamiento del ciclo moderno del arte. En Buenos Aires Ernesto Deira, uno de los artistas del grupo conocido como Nueva Figuración, junto a Jorge de la Vega, Rómulo Macció y Luis Felipe Noé, lo definió así: “Desde la Segunda Guerra Mundial había habido un estallido de la pintura. Varios de los movimientos de ese momento tomaban en cuenta una parte de la pintura: o bien el gesto, o bien la materia”. Para Noé, quien además teorizó sobre su propia obra y la del grupo, ese preciso momento de la historia del arte del siglo XX fue el final del “strip-tease de la Diosa Pintura”. Esta “divinidad” representaba para Noé la tradición de la pintura tal como fue entendida desde el Renacimiento con sus atributos de perspectiva centralizada, espacio ilusionista, tratamiento volumétrico de las formas, el dibujo como límite de los volúmenes y el color subordinado a todo ello. La deconstrucción de aquella convención –o el citado strip-tease– comenzó con el romanticismo a principios del siglo XIX y terminó a mediados del siglo XX, cuando la sola pincelada y el gesto que la operaba gritaron su evidencia: “¡la Pintura está desnuda!”, según el mismo Noé.
La Argentina no había tenido ni un artista como Marcel Duchamp ni un movimiento como el dadaísmo, que hubiesen producido una revolución interna dentro de la “institución arte”, lo cual incluye la correspondiente noción de anti-arte. En Buenos Aires, esto comenzó con el informalismo que marcaría una ruptura desde 1956. A partir de entonces los acontecimientos se dieron en cadena: el primer arte de acción de Alberto Greco, el arte destructivo de Kenneth Kemble y la Nueva Figuración. El objetivo de los neofigurativos fue buscar una nueva imagen de los seres humanos (del hombre, dijeron en aquel momento) con su contexto. Conjugaron los elementos más diversos a partir de aquel “estallido de la pintura”.
Introducción a la esperanza fue presentada en el concurso nacional del Instituto Torcuato Di Tella de 1963 junto a otras obras de su autoría, y obtuvo el Premio Nacional de Pintura, al tiempo que Rómulo Macció ganaba la distinción internacional de ese certamen. En el catálogo Noé escribió, como ya era su costumbre, sobre su propuesta artística de ese período. Allí daba cuenta de su propio giro en ese proceso: antes del viaje a Europa concebía en la “nueva figuración”, fundada en el término “relación”, la fusión de atmósferas entre los personajes. Desde los nuevos resultados de su búsqueda experimental entendía que la relación debía ser “por oposición” y así había llegado a concebir obras como la que tratamos. Debía romperse la unidad primigenia del cuadro por oposición o tensión, y esto fue lo que logró en esta obra.
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