Galería Norte Verde

Jutta Koether y la pintura por reformular

La producción de Jutta Koether, artista nacida en Colonia en 1958, resulta difícilmente clasificable incluso para quienes hacia los ochenta conocían los ensayos que, en paralelo a su obra artística, desarrolló en torno a la creación y la música: aparecían en Spex, una prestigiosa revista cultural alemana, y parecían defender ideas prácticamente opuestas a las que ofrecían sus lienzos, intencionadamente toscos en su apariencia, dominados a menudo por pigmentos rojizos y negros y en los que solía representar rasgos humanos entre líneas que se ondulaban y composiciones amorfas.

En el inicio de los noventa su obra parecía moverse aún en los parámetros del neoexpresionismo, para entonces ampliamente rechazado en una época, además, en buena medida hostil hacia la pintura. Esquivando la ironía presente en la crítica a los clichés sociales y culturales de los trabajos de Albert Oehlen o Werner Büttner, ella optó por incorporar a los suyos alusiones sutilmente biográficas, o existenciales, en ocasiones a través de frases más o menos crípticas, como El deseo es guerra, Besar el lienzo o Buscando la muerte que es vida, tomada esta última de Guy Debord. En lo formal, su figuración remite prácticamente a los bocetos de cuadernos escolares, opone figura y fondo tras su anterior fusión e introduce profundidad a través de agujeros en el centro de las telas.

No ha sido, sin embargo, la pintura su único campo expresivo, siendo acusada por ello en sus inicios de dispersión: ha creado instalaciones de compleja puesta en escena, a medio camino entre lo estable y lo endeble, lo elegante y lo popular. Desde aquellos comienzos, se ha visto paulatinamente favorecida su obra por la fortuna crítica: si anteriormente el carácter diverso y abierto de esta, aunque no fuese fácilmente interpretable, representó un escollo, hoy responde al signo de este tiempo.

Hasta el próximo abril, Artium Museoa presenta en Vitoria su primera monográfica española: “Black Place” revisa sus tres décadas de trayectoria, desde 1987 hasta hoy, prestando especial atención a su pintura y a las convicciones feministas que en ella desplegó, pero también invitándonos a conocer algunos proyectos textuales, musicales y performativos, así como una propuesta realizada específicamente para este espacio vasco.

Comisariada por Beatriz Herráez y Catalina Lozano, la muestra incide en la voluntad de la alemana por reformular ciertos códigos de la Historia del Arte a partir del desbordamiento de la pintura y de los procesos que acompañan su validación y reconocimiento: le interesan las razones y consecuencias del recurso a las citas y repeticiones y también todo lo que puede extraerse de una lectura libre o de un malentendido. Ajena a ortodoxias, ha trabajado por hacer de la contradicción y la duda un terreno de juego.

Esta es, como decíamos, su primera individual en nuestro país, pero su trabajo ya pudo contemplarse aquí en 1987, junto al de Rosemarie Trockel y Bettina Semmer, en el centro La máquina española de Sevilla, una galería creada por Pepe Cobo que llevó a autores de vanguardia a la capital andaluza: al comienzo de este año recordó su andadura el CAAC. Ese fue, por cierto, el año en que Koether viajó, también por primera vez, a Nueva York, donde reside desde 1991 aunque acude a menudo a Berlín y Hamburgo, dado que imparte clases en la Hochschule für Bildende Künste.

Black Place es el título de la obra que ha desarrollado para esta ocasión: una silueta de una cabeza, quizá femenina, situada al fondo de un largo pasillo. Su dibujo parece en la distancia trazado en metal sobre el fondo de la pared, de color negro: en el marco de esas instalaciones de la alemana, abiertas al espacio y lo performativo, las distancias también desempeñan un rol y generan tiempos. A su vez, esa fue la denominación con la que Georgia O’Keeffe bautizó a un conjunto de paisajes que realizó a principios de los cuarenta, inspirándose en las vistas cercanas a Aztec: oscuras montañas rompiendo la planitud del desierto americano.

Contemplaremos en Artium extensos lienzos basados en composiciones de maestros antiguos como Botticelli o Rubens, que cuestionó desde un enfoque feminista, y obras de mediano y pequeño formato, en distintos soportes, cuya materialidad ajena a lo convencional desafía las fronteras tradicionales de la pintura, influenciada por movimientos como el Do It Yourself y el punk. Aunque el pasado de este género ha sido siempre central en la práctica de Koether, sus procedimientos de apropiación sí han evolucionado, al igual que la forma en la que el texto se introduce en sus trabajos.

Jutta Koether. Polsprung, 2002. Cortesía Galerie Buchholz

 

 

Jutta Koether. “Black place”

ARTIUM MUSEOA

c/ Francia, 24

Vitoria

Hasta el 16 de abril de 2023

 

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