Galería Norte Verde

Margarita Azurdia, de la abstracción al altiplano

Su obra atraviesa el devenir artístico en Guatemala en la segunda mitad del siglo pasado, pero no lo hace siempre bajo el mismo nombre; uno de ellos fue Margarita Rita Rica Dinamita y ese es el título que ha adoptado también la muestra que le dedica ahora el Museo Reina Sofía, bajo el comisariado de Rossina Cazali, y que es su primera individual en España.

Margarita Azurdia, artista de espíritu libre, amante del juego y de la transgresión, nació recién iniciada la década de los treinta y en los sesenta decidió adentrarse en el informalismo llamándose Margot Fanjul. Si en un primer momento conoció la abstracción que se desarrollaba entonces en California y pintó bajo sus premisas, más tarde adoptó una geometría inspirada en los diseños textiles indígenas y, ya en los sesenta, cobrarían importancia en su trabajo referentes más diversos y lejanos, desde la filosofía oriental a los viajes espaciales, que le sirvieron para reflexionar sobre la existencia humana atendiendo a perspectivas diferentes. Aquellos fueron años en que la creación se empapaba de formas nuevas de espiritualidad, a las que no fue ajena su serie de pinturas escultóricas Asta 104 (que le valió una mención de honor en la Bienal de São Paulo) y su instalación Por favor quitarse los zapatos, que presentó en la II Bienal de Arte Coltejer de Medellín: se trataba de un cubículo donde el público podía descalzarse para caminar sobre arena mojada, una acción tan sencilla como suficientemente envolvente para trasladarnos mentalmente a otros espacios y tiempos.

En la primera mitad de los setenta, supuso un cierto giro en su producción el conjunto escultórico Homenaje a Guatemala, que consta de medio centenar de tallas de madera que encargó a artesanos especializados en imaginería religiosa y que evocan los altares habituales en los pueblos del altiplano de su país. Por el carácter zoomorfo de algunas de sus figuras y por el eco tropical de la vestimenta de las que representan mujeres, simboliza perfectamente este trabajo el sincretismo esencial en la cultura guatemalteca.

Justo después de finalizar esa serie, Azurdia se trasladó a París, donde desarrolló poemas, dibujos y libros de artista muy vinculados a su toma de contacto con nuevas corrientes feministas, con el body art y la danza posmoderna. Pero su estancia europea no fue permanente: ocho años después regresó a sus orígenes e, imbuida de aquellas influencias, puso en marcha el colectivo de danza experimental Laboratorio de Creatividad junto a Benjamín Herrarte y Fernando Iturbide. La vía de canalización de sus inquietudes artísticas sería, desde entonces, el cuerpo, en su caso en relación con rituales y bailes de índole sagrada, con la naturaleza y las posibilidades de sanación personal. En los últimos años de su vida (murió en 1998) llevó a cabo altares y pinturas que suponían su personal ofrenda a la Diosa Madre.

Vista de la exposición “Margarita Rita Rica Dinamita”. Museo Reina Sofía

Vista de la exposición “Margarita Rita Rica Dinamita”. Museo Reina Sofía. En primer término, Las cargadoras de plátanos rojos, 1971-1974

Han llegado al Reina Sofía obras derivadas de su estudio primero de la abstracción estadounidense: pinturas en las que se sirvió de un número reducido de tonos y de óvalos concéntricos. En su caso, no tenían solo un interés formal, sino que aludían a la cosmología, a la naturaleza del universo y al rol que las personas desempeñamos en él, al origen de la vida y al punto omega del que habló Pierre Teilhard de Chardin: el punto más alto de la evolución de la consciencia.

Junto a trabajos de la citada serie Asta 104 (Átomo, Tótem, Tríptico, Lotus y Persona), pinturas escultóricas de gran tamaño, veremos asimismo esculturas en mármol articuladas a partir de formas primigenias, entre ellas más óvalos, recurrentes a lo largo de toda su carrera. Azurdia las ensambló mediante pivotes, buscando concederles movimiento y que pudieran rotar.

Un dinamismo diferente implican las pinturas, también de gran formato, que integran el proyecto Geométricas: se trata de una treintena de lienzos de composición sintética, basados en la conjunción de rombos y líneas de colores planos y muy contrastados entre sí. Se inspiran en los tonos y formas de los mencionados textiles indígenas, pero también en la contemporánea abstracción, por lo que supusieron, en los sesenta y en Guatemala, un punto de inflexión y modernidad creativa.

En ese momento, una etapa cruda de la Guerra Fría, y en este país ganaban peso los discursos de un humanismo renovado y del internacionalismo; Azurdia, que compartía postulados con esta segunda corriente, no creía que el cultivo de la geometría implicara indiferencia respecto a la realidad de la población local, ni que indigenismo y abstracción tuvieran que disociarse. Justamente en su Homenaje a Guatemala, de principios de los setenta, aunó ambas miradas: las tallas elaboradas por artesanos, y ricamente decoradas, las intervenía ella con diseños y patrones geométricos.

Merece la pena hacer hincapié en algunos de sus elementos: botas y fusiles tienen que ver con la guerra contrainsurgente en Guatemala; la banana, con el conflicto entre este país y la United Fruit Company o con la trilogía bananera de Miguel Ángel Asturias; y el protagonismo femenino, con la concepción de la mujer por Azurdia como guerrera heroica.

Margarita Azurdia. De izquierda a derecha, Sin título, El diablo y La vieja

De aquel periodo de casi una década en París, podremos ver en el MNCARS libros de artista como Rencontres. Manejables por su reducido formato, combinan poemas e imágenes y en ellos la artista hizo memoria de vivencias pasadas, pero también dio cuenta de sus últimas búsquedas. Rencontres, en concreto, se estructura en tres secciones y lo forman veinticinco dibujos que remiten a partes del cuerpo y a recuerdos ligados al dolor, la ilusión y el enigma; de trazos sencillos, casi mínimos, converge en ellos lo individual y lo universal.

Su infancia la revisitó en los dibujos que integran Recuerdos de Antigua, cuya elaboración planteó como terapia con la que tratar de solventar pasados traumas relacionados con afectos y enfermedades. Algunos de ellos, los más tempranos, los realizó en Garrucha (Almería), en 1976, y los últimos ya en los noventa.

En trabajos sobre papel volcó igualmente su interés por la danza: la serie Des flashbacks de la vie de Margarita par elle même apunta a sus indagaciones en el cuerpo y el movimiento, y de índole más estrictamente poética serán 27 apuntes de Margarita Rita Rica Dinamita (1979) y 26 anotaciones de Margarita Azurdia (1981), en los que no falta el humor.

Sus últimas obras, que datan del mismo año de su fallecimiento, son Altares I y II y las ideó como Margarita Anastasia. Hablamos de armarios, nuevamente artesanales, que intervino con pintura, recortes, fotos de rituales y papeles ornamentales y que celebran un renacer de sí misma como artista devenida en ser de luz. Contienen objetos que empleó en sus ritos oferentes (flores, candelas, instrumentos musicales), tallas de la Diosa Madre y piezas que remiten al cuerpo y a esa deidad, asociada a la fertilidad y la energía de las mujeres. Volveremos a encontrar óvalos, desde su simbólico sentido primigenio, y también rosas.

El último nombre que adoptó, por cierto, Azurdia, este de Anastasia, se lo apropió en memoria de una santa venerada en Brasil a la que se atribuyen capacidades creativas.

Margarita Azurdia. Altares I y II, 1998

 

 

Margarita Azurdia. “Margarita Rita Rica Dinamita”

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS

c/ Santa Isabel, 52

Madrid

Del 24 de noviembre de 2022 al 17 de abril de 2023

 

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