Teresa Burga: todo es concepto

Fue una figura fundamental en el desarrollo del arte conceptual, y también de la creación pop, en Latinoamérica, pero hasta ahora en nuestro país no habíamos podido contemplar una muestra individual dedicada a la peruana Teresa Burga. Un año después de su fallecimiento, nos la trae el MUSAC en colaboración con el Weserburg Museum für moderne Kunst de Bremen: “La equilibrista” quiere rendir tributo a una autora tardíamente reconocida, cuenta con un centenar de obras datadas desde los sesenta y ha sido comisariada por Helena López Camacho y Janneke de Vries. A León han llegado buena parte de sus dibujos, objetos escultóricos en forma de prisma que llevó a cabo desde los sesenta conforme a una estética pop, un original autorretrato en forma de instalación o un dibujo mural de gran formato que concibió en los noventa y que tiene su raíz en el Op Art.

Nacida en Iquitos en 1935, Burga participó de la renovación plástica en Perú, viajó a Estados Unidos y Europa y, en la segunda mitad de aquella década de los sesenta, se integró en el colectivo Arte Nuevo, que propugnó la disolución del objeto artístico tradicionalmente entendido y la adopción de procesos experimentales de carácter conceptual. Se formó en arquitectura, aspecto que tendría consecuencias en el desarrollo espacial de su producción del mismo modo que la cultura y la historia peruanas se reflejarían, formalmente en su uso del color, pero sobre todo en los temas que cultivó: revisó críticamente la herencia colonial, atendió a la situación de la mujer en su país y a cuestiones de carácter político y social.

El título de este proyecto procede de otro autorretrato que también ha llegado al MUSAC: se trata de un pequeño dibujo en el que una mujer con bañador y paraguas -la figura femenina domina su obra- avanza en equilibrio en una cuerda suspendida sobre un damero reticulado, motivo igualmente muy presente en su carrera, sobre todo en los Insomnia Drawings. Y dado que no podría entenderse esa trayectoria sin la experimentación y el juego, el montaje a cargo de Estudio Animal se divide en distintos espacios que, además de vertebrar su discurso, pueden entenderse como cuartos lúdicos.

Aunque se despliegue a menudo en las tres dimensiones, el legado de Burga tiene en buena medida el dibujo como eje: trazos y líneas aparentemente simples se manifiestan en sus pinturas de eco expresionista, en las citadas esculturas prismáticas de aire pop y en ese autorretrato instalativo, Untitled (Heartbeat machine), en el que se empleó durante casi cinco décadas: contiene un electrocardiograma, el sonido de sus propios latidos, datos médicos que no plásticos. Veremos igualmente una escultura, Mano mal dibujada, que recuerda una crítica que siempre la acompañó: no se entendía que no trabajara con las suyas y recurriera a terceras personas; tuvo su antecedente esta pieza en dibujos y evoca las líneas de su mano, con pliegues, vasos sanguíneos y uñas rojas.

Los prismas, por su parte, los concibió integrando instalaciones independientes y sus colores los seleccionó azarosamente, atendiendo además a las infinitas composiciones que podían articular sus muchas posibilidades de disposición. Los que llevó a cabo desde 2012 los elaboró asimismo a partir de esbozos en los que desplegó sus caras y su escala de colores, proporcionando instrucciones para su fabricación posterior, como hicieron tantos creadores conceptuales.

En cuanto a sus dibujos en sí, se trata sobre todo de piezas de formato pequeño y aspecto inacabado que concentran, en todo caso, las claves de su obra en lo estético y lo conceptual: concede la artista más relevancia a la idea y al proceso creativo que a sus frutos materiales y cuestiona las nociones habituales de autoría y originalidad, postulados que se han señalado habitualmente en otros trabajos y no en su labor sobre papel pero que resultan aquí igualmente relevantes.

Los proyectos de Burga tienen en común, asimismo, su relación con realidades sociales inmediatas: encontraremos numerosas referencias a la arquitectura de Lima y los mercados peruanos, al universo infantil, el ámbito del trabajo y las revueltas sociales, las conversaciones entre mujeres, la indumentaria tradicional, el carnaval y otras celebraciones populares; puede tenerse su obra como acercamiento a una sociología concreta, pero su intención crítica sobre la invisibilidad femenina en la vida pública o sobre las duras condiciones de vida de los marginados es clara. La mirada de la autora conjuga análisis y afecto; la plasmación, ligereza y tonalidades poderosas.

En muchos de esos dibujos registraba días y tiempos de realización, lo que nos ha permitido asociarlos a lugares donde pudo elaborarlos o a acontecimientos sociales o políticos que los inspirarían. En estos casos, solía trabajar desde un doble planteamiento: la atención a sus propias circunstancias vitales y a las de la sociedad a la que permanecía atenta. Y varios de ellos son copias de otros ejecutados por niños que ella replicó, como manera de rehabilitar su mano tras sufrir un accidente en 2013 pero también como modo de revalorizar la copia y restar relevancia al citado concepto de autoría.

Estas versiones, por cierto, no son exactas, sino que se centraba Burga en aquellos detalles que entendía esenciales y que le ayudaban a captar esa realidad social circundante que nunca dejó de observar. Entre los papeles más tardíos se encuentran Dibujos viendo mal o Dibujos viendo bien, que realizó cuando padecía problemas de visión unos años antes de morir.

 

 

Teresa Burga. “La equilibrista”

MUSAC

Avenida de los Reyes Leoneses, 24

León

Del 26 de noviembre de 2022 al 28 de mayo de 2023

 

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